martes, 13 de noviembre de 2007

Con las almas desnudas










yo desnudé la mía si más agitación



que la de una hoja cuando cae de la rama;



mientras su lengua recorría mis labios,



ella, con mesura, me instruía



sobre el misterio de la carne.






Fue en ese momento



que las puertas del purgatorio



se abrieron irreverentes



y en el soplo que dura el placer



la lujuria golpeó mis manos



y mi aliento, nuevamente,



invocó a la carne






Los cuerpos entre sí



pedían la avenencia del éxtasis;



no era preciso cruzar miradas



ni derramar afectos en la piel del otro,



nuestros ojos ignoraron los símbolos



ahogando todos los temores



y con las almas desnudas,



en la perversa llamada al culto,



persistimos sumidos en la carne.




-Alonso de Molina-


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